Sobre el juego, las balas y los demócratas.
“Cuando se pierde el principio de responsabilidad,
se libera un discurso envenenado cuyo argumento es el odio por el odio”
Me entristece que se produzcan amenazas de muerte y pienso que deberían ser condenadas con rotundidad. Sin peros y sin sonrisas cínicas porque encierran un sólo mensaje: infundir el miedo. El miedo no solo coarta la libertad de acción de las personas que lo sufren sino que paraliza cualquier iniciativa futura por miedo a las consecuencias.
La democracia y la sociedad necesitan desprenderse del discurso del odio para dar paso a una sociedad más libre donde el diálogo sea el epicentro de un gobierno responsable y respetuoso.
El correlato a esta defensa de la paz social conlleva, a su vez, la necesidad de un consenso de todas las personas que, por su profesión o actividad, tengan influencia sobre la opinión pública, comenzando por los políticos.
Cuando se pierde el sentido de la responsabilidad se libera un discurso envenenado sin más argumento que el odio por el odio y la oreja por la oreja. Un proceso que actúa contra la sociedad, cuya realidad, nos muestra una suerte de mosaico ideológico con posturas diferenciadas, e incluso antagónicas, que se enconan en concepciones extremistas tanto de izquierdas como de derechas.
No es comparable una amenaza de muerte con una protesta. No, pero sí tienen en común el reflejo del pueblo bajo la manipulación política. Manipulación que nos mete en un corrillo sin razón que nos divide y aleja del sentido de comunidad.
Tolerar o alentar estos actos allanan, incendian, destruyen y propician escenarios que la historia ya ha demostrado en qué derivan.
El anonimato es un acto de cobardía que debería ser ensordecido, que se encuentra representado tanto en un sobre con balas, como en quien se mimetiza en un grupo para reaccionar con violencia.
Las provocaciones en el caso del rapero Hasél o las de VOX en Vallecas, resultan ser un claro ejemplo de cómo, en poco tiempo, se atenta contra los principios democráticos.
Echo en falta la autocrítica por parte de quienes utilizan o amparan dichos comportamientos con fines partidistas carentes de respeto y responsabilidad, frente a una sociedad que arrastra el lastre de un año crítico sanitario y económico, una sociedad destruida, vendida, censurada, por los que tenían la responsabilidad de cuidar de todos y cada uno de nosotros.
Victoria Nauda