He dejado pasar el tiempo de reflexión necesario para poder analizar el resultado de las elecciones en especial de cara a las consecuencias dentro de Podemos.
No ha sido fácil, la nostalgia siempre lleva un halo de tristeza sobre aquello que fue…
Así he llegado a la conclusión de que, para ese análisis, he de referirme a dos aspectos: uno de carácter interno al partido y otro externo, en cuanto a resultados electorales.
Desde un punto de vista interno, a su vez, se revela necesario diferenciar dos cuestiones:
Primero, la cuestión organizativa del partido que viene siendo cuestionada hace tiempo y que tiene como resultado un vaciamiento de los círculos, una pérdida del tejido social que se involucró en los comienzos y consecuentemente, la pérdida de contacto con la ciudadanía.
En segundo lugar, la decisión de Pablo Iglesias de presentarse a estas elecciones como modo de evitar que la formación, se quedara fuera por no alcanzar el cinco por ciento de representación, tal como le ocurrió a Ciudadanos.
En este sentido, he de poner de relieve el hecho de que cuando el Secretario General decide presentarse a las elecciones, lo hace, tras haber recibido la negativa de otros posibles candidatos dentro de su núcleo más cercano, entre otros: de Garzón, lo que deja a Iglesias frente a la decisión de presidir la candidatura y de asumir tal inmolación, a sabiendas que sería el final.
Este no es un dato menor a considerar, porque ello implica que toda la campaña se llevó a cabo, mintiendo, en un discurso sumiso que aseguraba “estar en el lugar que lo pondría la ciudadanía”.
Por otro lado, la negativa de sus compañeros, le sirvió para constatar la falta de incondicionalidad de su entorno más cercano, que era el único círculo con el que contaba para mantener su proyecto.
Tan consciente de esto, sabía que dejaría podemos desde el momento de ponerse como cabeza lista.
Así se abre paso a una campaña agresiva y rompedora a través de un mensaje dirigido a la interna, que definió el tono con el que finalmente se dirigiría la campaña, con la intención de movilizar a las clases obreras y demás adeptos de la izquierda.
Los resultados electorales han puesto de relieve, también, dos aspectos importantes:
El ambiente de crispación jugó malas pasadas y generó una reacción desproporcionada por parte de la extrema derecha, afectando el ánimo de la sociedad en su conjunto, que finalmente se terminó movilizando para el lado opuesto de tales confrontaciones, sancionando a los extremos y, en el caso del PSOE, reprochando su alianza desesperada de unidad forzada.
La renuncia de Pablo Iglesias, implica dejar a la deriva el partido, con la directriz de votar a Yolanda Diaz como cabeza conductora casi de facto. Y a la que rápidamente se abrazan los preocupados ostentadores de cargos.
La voluntad ciudadana, manifestada en las urnas, no solo no es respetada desde la coherencia de asumir el cargo, sino que es insultada por quienes, incapaces de hacer autocrítica, ven en el resultado a un puñado de ignorantes.
La renuncia se justifica en persecuciones y balas, cuando en realidad había sido decidida mucho antes.
Nadie debe ser sometido a una inaceptable exposición mediática, pero cabe recordar que el proyecto personalista se fraguó entre los focos y platós de programas de televisión, y que han acompañado su recorrido en todos los aspectos políticos y personales, en la mayoría de los casos consentidos y utilizados como propaganda.
Las guerras internas y externas, continuarán desde la sombra, hasta nuevo aviso.
Los ciudadanos volveremos a ser casi invisibles hasta que sea necesario nuestro voto, será allí donde vuelvan a intentar convencernos de la mejor opción, haciendo de la política un mercadeo en la que poder colar mejor a lobos por corderos.