Hoy me inunda una infinita tristeza envenenada de indignación: como persona, mujer, ciudadana y madre, ante este atropello y sinsentido, donde la consternación se abre paso hacia un silencio sin consuelo.
Estamos fallando como sociedad una vez más. Has apagado la vida de tu angelito con tus manos.
Tú que debías guardar con mayor recelo que nadie, la integridad y la vida de tus hijas. Tú que elegiste ser padre voluntariamente, nadie te empujó en ese proyecto. Vergüenza.
No alcanzo ni a imaginar ponerme corpóreamente en tu mujer. Porque me autodestruyo en ese segundo en que lo consigo. Como un universo explotando y convirtiéndolo todo en en polvo cósmico.
Condeno explícitamente tus actos, no solo el asesinato, si no el proceso, la idea, el hecho de que te creyeras capaz de cuidar de alguien y por su puesto, cada segundo que has pasado pisando este planeta. Eres basura.
Tú y tod@s los que levantáis la mano y la voz para agredir, nos dais fuerza para combatir la oscuridad, caminando con paso firme hacia una sociedad donde el respeto sea el pilar.
Estamos en deuda con las víctimas. Urge formar una red férrea de protección para impedir que cualquier sutil sospecha de agresión, sea verbal o física, se oculte y resalte y sea señalado para que nunca más, inhumanos como tú, puedan salirse con la suya.
¿Dónde están los gobernantes que debían haberte interceptado justo antes de convertirte en un monstruo? ¿Para cuando ver castigar duramente por emitir la primera amenaza? “No las volverás a ver” “me las llevaré lejos” “Son mis hijos y hago lo que me da la gana”….
En esta ola de violencia, que sigue siendo permisiva, oculta, silenciosa, mal vista, perdonada y excusada, que va a seguir arrasando impasible, ahogando nuestras esperanzas de hacer de este mundo un poco mejor, nos necesitamos a todos.
“Es celoso, pero buena persona…” y así comienzan las historias que acaban mal.